Gabriel Salazar afirma que la mayoría de los movimientos sociales que registra la historia de Chile no ha llegado a ejercer, por completo, su «poder constituyente», aunque sí han echado mano, en medida variable, a una u otra dimensión de su soberanía. Podría decirse que un movimiento social culmina (teóricamente) su acción histórica cuando llega a ejercer de modo pleno el poder necesario, no solo para ajustar aquí o allá el sistema dominante, sino para construir otro nuevo: el orden social que realmente necesita. Sin embargo, si eso, por la razón que sea, no ocurre (y en Chile eso no ha ocurrido), el hecho de haber luchado en ese sentido ocupando cuotas de soberanía, lo hace igualmente significativo desde un punto de vista político y valioso desde un punto de vista histórico-social. Este libro «se ha venido nutriendo de múltiples fuentes, gran parte de ellas subterráneas: memorias olvidadas, voces en sordina, rabia encadenada, sinergia y resilencia magmáticas, vislumbres del futuro de ogaño y antaño, lejano y cercano, pero también de fuentes oficiales y de la rigurosidad científica de la «historia social», por ejemplo, o del proceso reflexivo teórico de la sociología y la filosofía. Es decir, siempre desde abajo, desde dentro (y desde arriba), desde la intersubjetividad social y desde la objetividad política».
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