Con valentía y humildad, el autor ha querido compartir experiencias de vida que muestran el valor de todo esfuerzo que podamos hacer para adaptarnos a las distintas circunstancias que nos depara la vida.
Es cierto que a veces la fortaleza no alcanza, que la tristeza nos golpea y la amargura nos impide avanzar, sin embargo, los esfuerzos de otros nos alientan y nos permiten ver que sí podremos vencer los obstáculos que aparecen en nuestro camino. Sobre todo si tratamos de ser resilientes y tenemos la suerte de contar con el apoyo de seres cercanos y queridos. Es en estas circunstancias en las que es posible descubrir en nosotros cualidades desconocidas, fortalezas que antes nos resultaban invisibles y entender que algunas heridas sanan más rápido si es que nos mantenemos en movimiento y seguimos caminando.
La resiliencia no es una característica innata como el color de ojos o el tono de la piel. Tampoco se trata de una capacidad especial que sólo tienen unos pocos. Todas las personas pueden cultivar una actitud resiliente y ayudarse a sí mismas a levantarse, sacudirse la ropa y seguir adelante. Porque, tarde o temprano, todo el mundo aprende que ante situaciones adversas lo importante es crecer, avanzar y aprender.
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